Saliendo del Closet

Les he contado ya de cómo me incomoda llegar tarde a las fiestas; cómo me gusta ser el primero en descubrir las cosas que son buenas o divertidas o interesantes. Si me gusta un grupo musical tengo que gritarlo al mundo antes de que se haga más conocido, tengo que marcar territorio.

Bueno, hay algo a lo que no me incomoda llegar tarde. Un lugar a donde me siento bienvenido y con los brazos abiertos. Llego humilde y me encuentro, para mi sorpresa, no con la arrogancia que esperaba sino con un grupo amistoso y comprensivo. No me apena en lo más minimo admitir lo errado de mi camino anterior. Aquí no esperan disculpas o confesiones y de hecho se me confiere gracia y dignidad. Así que aquí va…

Soy ateo.

Durante un tiempo ya lo he sabido, pero por diversas razones estaba evitando dar el último paso. Leer las historias de otras personas me ayudó a tomar la decisión. También he oido que contarla tiene un efecto catártico y sirve a la vez como una suerte de ritual de iniciación. Por ello he decidido contar la mía.

Como todos los humanos, nací ateo. Mis padres son ambos bastante católicos y desde chico hasta el final de secundaria asistí religiosamente (jaja) a misa y a clases de catecismo. Mentiría si digo que desde chico comencé a dudar de si había o no un dios, lo que sí es cierto es que las historias de la biblia me parecieron increibles y ridículas. Sin embargo, la iglesia Católica tiene la peculiaridad entre las demás sectas cristianas de no sostener la literalidad de la biblia, así que todas esas locuras me fueron explicadas como ‘es una metáfora’. Crecí entonces con una visión bastante científica del mundo, separando claramente los hechos del mundo real con la teología.

Soy una persona bastante curiosa y cuando terminé de explorar mi entorno inmediato me vacié sobre libros y enciclopedias (esto fue antes de que existiera Wikipedia). Fue aprendiendo de biología y del cerebro cuando por primera vez me topé con cuestiones de determinismo. La idea me resultó pavorosa y peligrosamente anti-teista. En cuestión de algunos días mis aventuras introspectivas llegaron a su fin. Dejé de cuestionar a mi religión, me confirmé y me convertí en un católico de hueso colorado. En algún momento debo haber llegado a pasar casi tres semanas sin masturbarme. Terrible tortura para un puberto.

Con el paso del tiempo me volvió a entrar la curiosidad. No estoy seguro de cual haya sido la chispa que la encendió, pero volví a interesarme en las cuestiones que tanto me asustaban antes. Armado con más conocimientos del mundo natural y algunas bases de filosofía, llegué a una conclusión satisfactoria. Para no entrar en detalle: sabía que dios probablemente no existía, pero creía que se esperaba de mi que creyera en él. La debil Apuesta de Pascal me ayudó a tragarme este pragmático doble mundo. Para resumir mis creencias en dos o tres palabras (me encanta esto de las cateogrías), era un agnóstico débil o teista adogmático.

No estoy seguro de cual fue el empujón final que me llevó de Agnóstico a Ateo. Creo que me di permiso de sobreponerme a mis órdenes genéticas, a decidir un poco por mi mismo, elegir una actitud racional. Estando agarrado del último hilo por miedo a caer te das cuenta de que sólo puedes ‘caer’ si hay algo ahí debajo. Luego es sólo cuestión de dejar de creer y pasas de estar pendiendo a estar volando.

Viendo ahora la Apuesta de Pascal me parece tan ridícula. Si dios tuviese aunque fuera ún solo gramo de divinidad, partiría con un rayo a quien se atreviese a creer por pura conveniencia. Momento, no, no lo haría.

Porque dios no existe.

~ by vandrerol on 2008.September.27.

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